Cómo disfrutar del silencio (aunque vivas con niños)

En una casa con niños, el silencio puede parecer un lujo inalcanzable, casi como encontrar un oasis en medio del caos diario. Entre gritos, juegos, risas y carreras por el pasillo, lo último que imaginas es poder sentarte en tu puff gigante y simplemente respirar. Sin embargo, encontrar esos momentos de calma no solo es posible, sino que es necesario para tu bienestar emocional.
Porque sí, convivir con niños no significa renunciar al silencio para siempre. A veces, basta con hacer pequeños cambios: crear un rincón tranquilo, rodearte de objetos que inviten al descanso o salir unos minutos al jardín con tus cojines suelo exterior impermeables para escuchar los sonidos del viento. Hoy queremos ayudarte a encontrar ese equilibrio que parece tan complicado cuando hay peques en casa.
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1. Cambia la idea del silencio perfecto
Uno de los primeros pasos para disfrutar del silencio, incluso cuando tu casa está llena de vida, es redefinir lo que entendemos por "silencio". Muchas veces lo asociamos a una ausencia total de ruido, como si fuera una burbuja inaccesible. Pero el silencio del que hablamos va mucho más allá del entorno. Es un silencio interior, una pausa mental en medio del movimiento.
No necesitas que todo esté en completo silencio para relajarte. A veces, el murmullo de fondo puede coexistir con tu momento de paz. Lo importante es que tú decidas cuándo desconectar. El truco está en encontrar micro espacios de calma durante el día. ¿Cuándo? Cuando los niños están concentrados pintando, viendo su serie favorita, o incluso durante la siesta (si todavía existen esas joyas en tu casa).
Otra idea clave: silencia las notificaciones del móvil durante al menos una hora al día. Aunque solo lo consigas media, ese tiempo libre de interrupciones externas marca una gran diferencia. Es tu forma de decirle al mundo: “Ahora estoy conmigo”.
Tampoco subestimes el poder de la respiración. Pararte unos minutos a respirar de forma consciente, incluso rodeado de actividad, puede devolverte esa sensación de calma. Pon la mano sobre el pecho, cierra los ojos, respira hondo… y simplemente observa. Aunque dure poco, ese silencio interno vale oro.
2. Crea rituales de tranquilidad que incluyan a los niños
Muchos padres creen que el silencio solo es posible cuando los niños duermen o no están en casa. Pero queremos invitarte a ir un paso más allá. ¿Y si convertimos la calma en una actividad compartida?
No hablamos de obligarles a estar quietos, sino de proponer actividades tranquilas que ellos también disfruten. Los niños, aunque enérgicos por naturaleza, también agradecen los momentos de conexión sin prisas. La clave está en cómo lo presentas.
Una buena idea es instaurar el “momento tranquilo” al final del día. Puedes llamarlo como quieras: hora del susurro, tiempo zen, rincón de calma… La idea es que todos hagan algo en silencio o con música suave. Puede ser leer, dibujar, jugar con piezas en silencio, mirar un álbum de fotos o simplemente tumbarse y observar las nubes desde la ventana.
Este tipo de ritual no solo favorece el silencio, sino que también refuerza el vínculo familiar. Es una forma de enseñarles a escuchar su propio ritmo, algo que también les servirá de mayores.
Otra opción es introducir prácticas suaves como la meditación guiada infantil o el yoga en familia. Existen muchos recursos adaptados por edades que lo hacen ameno y divertido. Solo necesitas unos minutos y una actitud abierta.
Además, puedes contar con ellos para preparar el espacio: encender una lámpara de sal, escoger una música suave o preparar una bebida relajante como una infusión templada sin cafeína. Al implicarlos, sienten que forman parte de algo especial y son más receptivos a la calma.
3. Diseña tu rincón sagrado de calma
Sabemos que no siempre es posible tener una habitación solo para ti. Pero un rincón puede ser más que suficiente si está bien pensado. No hace falta mucho espacio, pero sí intención. La clave está en elegir un lugar donde puedas desconectar, aunque sea por unos minutos al día.
Ese rincón puede estar en el dormitorio, en un rincón del salón, en el patio o incluso en el baño si es el único sitio donde puedes cerrar la puerta. Lo importante es que lo conviertas en un lugar que te invite a parar. Añade una manta, una luz suave, una planta, una vela aromática o cualquier objeto que te relaje.
Y, sobre todo, establece una norma interna: ese espacio es solo para ti. No es un sitio para revisar correos ni planificar la cena. Es tu refugio de silencio. Aunque solo puedas estar allí cinco minutos, es suficiente para recargar pilas.
Puedes incluso marcar ese espacio con algún elemento que indique que estás en tu momento: unos auriculares puestos, una señal visible para los peques, o simplemente una postura concreta. A la larga, ellos también aprenderán a respetarlo.
Si lo deseas, puedes adaptar ese rincón según la hora del día: con una lámpara tenue por la noche, música instrumental por la tarde o simplemente el sonido del silencio por la mañana. Cuanto más lo personalices, más eficaz será.
4. Silencio no es ausencia, es presencia consciente
Cuando hablamos de silencio, no nos referimos a desaparecer o a buscar una desconexión total de la familia. Se trata de lo contrario: de volver a ti para estar más presente con ellos. El silencio es un reencuentro contigo misma, contigo mismo. Es la oportunidad de bajar el ritmo y recordar quién eres más allá del rol de madre o padre.
Muchas veces sentimos culpa por querer un momento a solas. Como si pedir silencio fuera incompatible con amar a nuestros hijos. Pero no hay nada más lejos de la realidad. Cuidarte también es cuidarles, porque les enseñas con el ejemplo que el descanso y el respeto por uno mismo son valiosos.
Y si un día no consigues ese momento de silencio, tampoco pasa nada. Habrá días más caóticos y otros más calmados. Lo importante es que sepas que ese espacio existe, y que puedes volver a él siempre que lo necesites.
El silencio puede adoptar muchas formas: una ducha larga, un paseo sin hablar, mirar por la ventana, escribir unas líneas en tu libreta o incluso observar cómo juegan sin intervenir. No se trata de añadir otra tarea, sino de permitirte parar un momento dentro del ritmo de cada día.
El silencio también se aprende y se protege
Crear momentos de silencio en casa cuando tienes niños no es fácil, pero sí posible. Es una práctica, una elección y un acto de cuidado personal. No necesitas hacerlo perfecto. Solo necesitas empezar.
Hoy te hemos contado distintas formas de hacerlo desde lo real: cambiando tu concepto de silencio, involucrando a tus hijos, creando tu rincón de calma y entendiendo el silencio como una forma de reconexión.
El silencio no es un lujo. Es una necesidad. Y tú también tienes derecho a él.
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